Hay muchas veces en las que extraño mi ayer, a los pequeños momentos en los que creía que todo estaba bien.
Extraño cómo estando entre tus brazos me solías mentir, mentías que me querías, y eso me hacía tan feliz. Me rodeabas en un halo tranquilidad y amor, siempre que tuvieras la predisposición.
Pero el sueño poco duraba, en tus palabras no se sentía la melodía que cuando te covenía me cantabas. No sé si algo, una parte, qué parte fue real. Por mucho que digas que me quieres, tus acciones a eso fácil lo pueden borrar...
Y pensar que antes te creía, ¡todo lo que decías te creía! Ahora no noto ni que tu sonrisa o tu llanto sean de verdad. Pero a pesar de todo esto, no te odio, no puedo hacerlo, ¿cómo podría?, después de haber sido lo que me hacía más feliz... Pero tampoco te estoy queriendo, y sin embargo, te extraño.
¡Te extraño, te extraño, te extraño tanto de a ratos! Extraño la mentira en la que me tenías cautiva, el no saber la verdad de lo que tanto ahora me daña, ¡feliz es uno con la ignorancia!, pero yo sé que todo acaba, después de todo, uno no puede vivir siempre en el limbo.
Pero, lo que lastima no es dejar la falsa paz, si no descubrir que tu felicidad fue un invento que nunca ocurrió, pues nunca hubo amor que le diera origen, y encima, tener que recordar eso que antes tuviste, de juguete, pero lo tuviste.
No sé si ésto sea sencillo de entender, el no querer a alguien que una vez tanto amaste, y no odiarlo... Y a pesar de todo, seguir extrañando. Bendito el ignorante, pues todo lo que desconoce, es para él un disparate...
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