Como cuando era chica. Me tapaba hasta la coronilla con mis mantas y quedaba encapullada en un universo aparte, con estrellas que me imaginaba y planetas donde los monstruos que soñaba (estando dormida y despierta), no existían. No existían o yo tenía la cura para sus males. Y con la cura podía ver qué los había traído hasta ahí, hasta mi cama, hasta debajo de mis mantas, en mi pequeño mundo.
En mi cama y bajo mis mantas, así tantas peleas con monstruos han tenido lugar a lo largo del tiempo. Tantas revoluciones han tomado forma. Tantas historias he visto y escuchado. Pero la revolución e independencia más fuerte que he superado, ha sido la de nuestros cuerpos, la tuya y la mía. Juntos y por separado.
Las estrellas afuera se ven hermosas y me encantan... Pero las estrellas más bonitas y fugaces fueron las que bajo el universo de estas mantas me he enfrentado.
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