domingo, 15 de enero de 2017

declaración de media tarde

En el centro de lo que no quería sentir,
ahí pegaste.
Me tachabas de "moderna",
pero de lo más clásico que podía suceder,
en el fondo,
no me pude librar.
Nadie puede librarse y salir impune eternamente.
No es que no solía sentir,
es que sí sentía, mucho y fuerte,
pero mi dulzor iba por otra parte.
Pero de golpe, sentí más.
Más de como supuestamente venía la mano,
más, como para poder evitarlo.
Como esas olas del mar que las vas viendo llegar,
te preparas con toda la anticipación del mundo, te sientes como un gladiador a la espera del león,
y cuando llega...
cuando llega...
Saltas.
Saltas con todas las fuerzas que tus piernas y el agua que te rodean te permiten...
Y lo mismo terminas desparramado por el ímpetu
de la naturaleza, de la que siempre nos creemos más inteligentes
y que siempre nos gana.
Me conocías.
En lo importante y lo que valía la pena.
Pero mi "modernidad" y teorías,
de libertad de espíritus, de cuerpos, de mentes,
no pudieron evitar las declaraciones por celular de media tarde.
Declaraciones tardías,
porque supuestamente la mano no venía así,
porque tu mano ya se dirigía a otro rumbo.
Lo que sí venía era la frontalidad,
la honestidad brutal.
Pero aún así,
respuesta a ese mensaje jamás vi llegar.
Y hoy, después de aquel dolor en el pecho
de ese domingo, de tanto llorar,
no quiero y sigo queriendo saber a la vez,
lo que habrás pensado y sentido al leer eso,
qué causé.
Porque tu fantasma reaparece,
cada tanto,
a sacudirme los dolores y la poca dignidad
que creía que existía,
hasta esas declaraciones por celular de media tarde.
Hasta que pronuncié el querer,
y el tiempo vacío fue la única respuesta.


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