martes, 23 de agosto de 2016

varieté

Intenté de hablar de filosofía, alemana para ser precisa,
y me enredé con la literatura rusa (inevitable hablar de Anna Karenina),
y terminé en una batidora de las hermanas Brontë
y defendiéndome por ser una romántica en lo literato y que,
sin embargo, no me gusten las de Jane Austen.
Me hablaron de ficción
y los clásicos se me desbordaron,
empecé con Drácula, me acordé de Frankenstein,
de ahí me fui a Mary Shelley
y surgió el desarrollo feminista
y Simon de Beauvoir, a la cabecera, por supuesto.
Y  hablamos de empoderar las figuras de las mujeres,
y nos reímos al recordar tiernamente a Amélie.
Empezamos a hablar de mujeres,
del sexo y de los sexos,
y yo te hablé de Judith Butler.
Lo que nos llevó a retrotraernos a Foucault,
y a mi amor por Nietzsche.
Las ideas de liberación de la moral,
de lo distinto, nos llevo a una mezcla de indie, y algo de realidad,
y con eso
tropezamos con las películas de Lars von Trier,
Luego Elvis (mi perro) ladró, jugando con sus botellas
y hablamos de fútbol
(más opino, que lo que de verdad sé, me declaro culpable).
Terminamos hablando de animé,
de la vida,
del color del cielo al atardecer.
Empezamos con mates en mano,
preparados para una guerra de lenguas que no paraban de vibrar,
y tuvimos, más tarde (después de ver el color que se pintaba en el cielo
al atardecer),
que refrescar nuestros labios
con una cerveza helada.
Y después la música.
Simplemente no se puede parar y no se puede no cantar,
desafinadamente, pero con pasión,
así es como importa y suena mejor.
Así, mucho, todo y nada, honesto.
Estas varietés son lo mejor.

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