jueves, 5 de mayo de 2016

Gravedad.

Y nos caemos,
Tropezamos y caemos
uno sobre otro.
Tan fuerte caemos,
nos empujamos.
Nos arrastramos por los rincones,
por todos nuestros rincones.
Casi puedo percibir
la esencia del calor,
cuando todas nuestras capas se desprenden.
No me conoces
y no te conozco,
pero esto,
esto me urge.
Los recovecos, paredes,
mesas, pisos,
se vuelven importantes
en el trabajo de nuestras manos,
para el roce de la piel,
para nuestra degustación.
Hacemos un festín de nosotros.
Las papilas gustativas
con el gusto de la carne encima,
preparan el camino.
No queremos ir al cielo,
no ahora.
La gravedad nos pesa mucho,
no queremos elevarnos,
nos lleva hacia abajo,
y allí es donde más queremos aferrarnos,
al menos por ahora.
La suavidad de la piel,
la vigorosidad del toque de nuestros dedos,
enloquece la llama
y podríamos provocar grandes incendios.
El calor del fuego que se aviva,
recibe y envuelve,
con fuerza,
al visitante que impetuoso llega.
Los labios no son suficientes,
los dientes están celosos
y dejan un camino nuevo y ardiente en la piel.
La intensidad que admiro
se acrecienta,
y las uñas se me parten,
intentando contener lo que se desborda.
Ruidos intensos en el aire,
una bruma que se expande,
gemidos que dicen "No",
pero placeres que dicen "Sí".
Ahí están.
Encuentros.
No te conozco
y no me conoces,
pero sabes que esto,
sea lo que sea
este revoltijo de piernas, sabanas y fuegos,
esto me urge.
Esto me pesa.
Pero es culpa de la gravedad,
nos arrastra hacia abajo
y así nos caemos,
tan fuerte.


Bien.

Me siento bien.
No, no es mi nuevo mantra,
Ahora es de verdad, Creo.
Cuesta acostumbrarse,
acostumbrarme,
a mí.
Mis demonios me seducen
y vienen a jugar
tierna, dulce, provocadoramente,
de tanto en tanto.
Pero ya no me ahogo en ellos.
Mis demonios hoy son mis juegos,
me entretienen
desnuda y pesadamente,
bajo un halo de vicios y humos oscuros,
pero sólo me recreo en ellos,
ya no vivo de ellos.
En la seducción de la nostalgia,
como barco en el océano me tambaleo,
desnuda,
mientras el cuerpo se me bambolea de lado a lado.
Disfruto el golpeteo,
la fiereza y la fuerza
(placer y vicio culposo quizás),
pero sin culpa.
Me acepto a mí.
Estoy bien.
Muchos puentes crucé,
y más me han de esperar a la vuelta de cada esquina.
Y honestamente,
no veo la hora de verlos llegar.
Ahora sé que soy capaz de todo.
Ahora sé que siempre puedo más.
Sé que mi sangre sí corre,
sé que hay muchos vicios y placeres que me hacen vibrar.
Ahora sé
que la piel me responde
y que me siento bien.
Y esta vez, aunque me cueste creer,
es de verdad.